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Críticas de cine

Crítica ‘Bajo el Silencio’, de Iñaki Arteta

Para mirar bajo el silencio, primero hay que tener algo que decir

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1/5

Cuando veo un documental procuro tener la mente abierta ya que pienso que suelen servir para ver más allá de las ideas preconcebidas que uno puede tener sobre diversos temas. De entrada, las dos horas y media que dura el documental me han llamado la atención, pero bueno, si la historia lo vale, ¿por qué no? Desde luego la película me ha movido emocionalmente, pero no creo que de la manera que ellos pretendían.

E.T.A. y el pueblo vasco

Un periodista que no vive en el País Vasco se interesa por el conflicto tras entrevistar a una víctima de la banda terrorista 10 años atrás, mientras estudiaba. Para esto, viaja al norte dispuesto a entrevistar a distintas personas, con el fin de tratar de entender algo más. Los primeros 10 minutos han conseguido convencerme de que realmente Felipe Larach tenía toda la intención de contrastar información. El tema, desde luego, se presta a ello.

Un conflicto que se ha llevado a tanta gente por delante, merece ser tratado con sumo cuidado, contrastando puntos de vista, para tratar de entender de dónde viene esa frustración y esa ira por sus vecinos. No buscando una justificación, pero sí dando voz a todos los involucrados. Grande ha sido mi decepción cuando he acabado viendo a Felipe emitiendo juicios de valor y sonriendo cada vez que encontraba un punto flaco en uno de sus entrevistados durante 150 minutos.

Felipe no trata de entender nada en Bajo el Silencio

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Plano general de la cocina. Felipe toma café mientras mira en su tablet vídeos que nos tratan de poner en contexto: entrevistas de Otegi, bertsos que hablan de momentos duros desde el punto de vista de un etarra… Es el protagonista, el héroe que va en busca de la verdad. Cuando llega a casa de María Ángeles todo se convierte en ficción y nos lo demuestran con los planos: Felipe subiendo escaleras, un primer plano de su dedo tocando el timbre… Y es que, aunque traten de hacernos creer que es un documental, a partir de aquí todo es manipulación.

En ningún momento sentimos que se busque una verdad. Solo vemos una serie de entrevistas en las que el entrevistador trata de quedar por encima del entrevistado, apretando los tornillos hasta que consigue un silencio. A veces eso es periodismo del bueno, pero aquí tiene cierto aire de demagogia: vemos cortes sospechosos, vemos que la elección de los entrevistados sigue un patrón… No hay búsqueda de la verdad, hay ganas de apoyar un mensaje que es reduccionista y que hace más daño que bien.

Bajo el silencio no es agradable…

Lo peor es ver la satisfacción en la cara de Felipe Larach cuando consigue poner en un aprieto a dos chavalas probablemente menores, una secuencia que tiene una carga negativa palpable: las dos chicas de espaldas a la cámara, él en medio del plano, los tres bajo la lluvia, y él con la capucha puesta mientras sonríe tras conseguir su objetivo. No es agradable ver satisfacción en el rostro de alguien tras dejar mal a unas niñas. Lo peor, es que no es la única ocasión en la que vemos esta actitud.


Tenemos una escena en la que vuelve a hablar con un director de una Ikastola, para lanzarle un montón de datos prácticamente a la cara: no murió tanta gente en Gernika como dicen los vascos, para qué invertir tanto dinero en un idioma como el euskera, que solo habla el 12% de la población… Son debates interesantes que está muy bien poner encima de la mesa, pero desde luego no para subir el ego de nadie, y es lo que transmite la película en demasiados momentos.

La pluralidad es para todos

Además, el documental cae en contradicciones con ese mensaje que tanto trata de remarcar: E.T.A. no soportaba la pluralidad, al que no pensaba como ellos, se lo llevaban por delante. Eso sale de la boca del representante de este film, en el que, por desgracia, todos los testimonios tienen el mismo aire. Todos, mágicamente, llegan a las mismas conclusiones y sino, callan para daros lo que necesitáis. Es raro que, con tantos habitantes, justo os hayáis topado con lo que mejor os venía. Huele a que justamente os habéis cargado eso que tanto denunciáis: la pluralidad.

Esto no hace más que llevarnos a un gran problema: simplificar las cosas a vuestro antojo, manipular el mundo a vuestro antojo. Para eso está la ficción, y si la idea era hacer un falso documental, bien hecho. He tenido la sensación en varios momentos de que esto simplemente era una manera de provocar para de verdad suscitar un debate real: no se puede hacer periodismo de este calibre con total convicción y creer que se ha hecho un buen trabajo.

Si Bajo el silencio al menos fuese entretenida…

En un documental siempre procuro poner el contenido por encima de la forma, pero como veis, la primera parte no ha conseguido seducirme. ¿Qué hay de la segunda? Pues bueno, lo cierto es que con unos slowmos de la lluvia estallando en el suelo y unos primeros planos de Felipe mientras reflexiona (o lo finge) no sirve para hacer llevadera una cinta de dos horas y media. Exhiben entrevistas muy largas, que con la mitad de metraje podría contar lo mismo, por no hablar del, a veces, catastrófico trabajo de edición: cortes mal metidos y algunos sonidos mal equilibrados. Cosas como poner de fondo un bertso mientras alguien habla, hacen que no podamos enterarnos de ninguna de las dos cosas.

Dejar a alguien con la palabra en la boca y pasar a un plano muy similar del mismo individuo, hacen no solo que formalmente el documental este mal, sino que el espectador medio encuentre estos cortes muy incomodos para la narración. Los planos recurso que acompañan los testimonios son sosos y largos: a veces hasta he deseado volver a la entrevista.

Iñaki Arteta, director de Bajo el silencio

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Tras los largos 150 minutos de “Bajo el Silencio” me he quedado mirando los créditos, reflexionando sobre todo esto que os he contado. No me avergüenza admitir que al principio pensaba que Felipe era el creador de todo esto, visto cómo su ego se hacía más grande con el paso de las entrevistas. Pero mi sorpresa ha sido grande cuando he visto que no, que había alguien más detrás de esto. Alguien que por lo que he visto, ha basado prácticamente todo su trabajo en hablarnos de la banda armada de la que habla en este documental.

No puedo hablar del resto de documentales de Iñaki Arteta, pero albergo la esperanza de que en alguno de ellos haya rozado esa pluralidad que tanto demanda en “Bajo el silencio”, aunque me cuesta creerlo. Me atrevería a decir que existe cierta obsesión con hablar de ello, teniendo en cuenta que creó LEIZE producciones en 1988, una productora que realiza todos sus trabajos: todos sobre el mismo tema. Esta última parte no la he contrastado, pero visto que es la tónica habitual en el documental, tampoco pasa nada.

#nomegusta

Lo cierto es que me hubiese gustado dejar de informarme aquí, el documental ha sido más que suficiente para removerme como cinéfilo y como persona. Pero al tirar del hilo, he visto que se presentaba en la 65 Semana Internacional de Cine de Valladolid, y he visto los tweets promocionales, y desde luego, ¡aquí me han ganado! Me apunto la campaña de marketing para futuros proyectos.

Ya está aquí mi nueva película, #BajoElSilencio, que va a generar muchos NO ME GUSTA.
Aún así, es más necesaria que nunca.

Retwitea #nomegusta para hacer de este silencio un mensaje atronador. pic.twitter.com/zr395fttFa

— Iñaki Arteta Orbea (@IakiArtetaOrbea) October 23, 2020

Su manera de obtener la razón es afirmar que, si opinas que no la tienen y el documental te molesta, significa que ellos han hecho bien su trabajo. Porque que te parezca mal que se use un tema así para alimentar egos y que se cuente un conflicto solo con los puntos de vista que les interesa, lo cual es manipular, no es posible. Ellos son demasiado profesionales como para que eso sea cierto. Si no coincido con lo que veo es que me ha escocido vuestro punto de vista y por lo tanto tenéis razón, esa es vuestra lógica: nuevamente demostrando que la pluralidad no os apasiona.

En definitiva

En “Bajo el silencio” No vas a aprender nada, porque no quieren enseñarte nada. No quieren mostrar, comparar, dar voz. Solo quieren manipular, frivolizando y simplificando una época que ha causado mucho dolor. No contentos con eso, lo traen hasta el contexto actual, para tratar de abrir nuevas heridas, como si no hubiese suficiente con las viejas. Además, el documental tiene un ritmo irregular, los planos son forzados y estéticamente pobres, y el protagonista tiene una soberbia cuya peste traspasa la pantalla. Y es que, al final, si haces las cosas sin respeto, lo que vas a recibir de vuelta nunca será agradable.

Desde pequeño llevaba las cintas de VHS al salón en vez de usar juguetes. Crecí viendo cine, estudié realización y guion. Comparto el cine, mi estilo de vida, en CasadoConElCine. Una película no acaba en la pantalla, continúa en la conversación que crea.