Cuidando al Sol: la idealización de la figura paterna

Este 12 de Noviembre, llegaremos hasta Bolivia atravesando el lago Titicaca. Cuidando al Sol es el debut en la dirección de la cineasta boliviana Catalina Razzini, que también escribe el guion. La dirección de fotografía está en manos del nominado al Goya Santiago Racaj, plasmando la soledad de la protagonista en la Isla del Sol. Te contamos lo que nos ha parecido.

Sinopsis de Cuidando al Sol

Lucia, es una niña boliviana de diez años que vive con su madre, sus dos hermanos y su alpaca. Su padre (con quién tiene mayor conexión) debe marcharse a La Paz, capital del país, para trabajar. Mientras, Lucia crece y la rutina hace la espera menos tediosa. El amor que siente por él y las leyendas que se cuentan a los turistas que visitan la isla, transforma la percepción que tiene de él, mitificándolo al nivel de un dios. Pero un día, su padre regresa. La realidad, por el contrario, es mucho menos sorprendente y Lucia descubre la importancia de valerse por sí misma.

Una carta de amor a Bolívia

La directora Catalina Razzini, nos mete de lleno en el día a día de los habitantes de la Isla del Sol. Enmarcando a la humilde Lucia y su familia en los bellos parajes que las rodean, siempre fotografiados en amplios planos. Los personajes en ocasiones hablan en su lengua natal y se atisba una leve crítica hacia el turismo. Además, la isla juega un papel primordial como lugar de los acontecimientos. Narrativamente esta justificado, puesto que la joven esta encerrada en su propio sufrimiento. Convirtiéndose así en una náufraga en su hogar.

Hay momentos a destacar como cuando observa el mar, soñando con la figura de ese padre que no llega, intentando convencerse de que la marea lo traerá igual que el barril. O con la emotiva escena de los patos siguiendo a la madre, mientras Lucia los mira de reojo.

Todas las sensaciones que nos proporciona su espera, funcionan por lo que hay a su alrededor. Narrada en ocasiones como un documental, es en los pequeños momentos donde se siente el calor de la directora hacia su cultura. La madre alisando el pelo de la hija, Lucia recogiendo la cuerda para llevarse a la alpaca, la hermana preparando su mochila… Hay cosas que no se enseñan. Todo gracias a la decisión de casting de trabajar con actores no profesionales, que derrochan naturalidad en todas sus acciones.

En segundo plano

Una de las mayores virtudes de Cuidando al Sol está en su composición, contándonos en ocasiones dos emociones distintas en el mismo plano. En muchas películas contemplativas o “lentas”, como se dice de forma peyorativa, nos perdemos lo que esta pasando… mientras las cosas pasan.

Cuidando al Sol no es amiga de la sobre explicación porque sus imágenes nos cuentan la historia. La directora deposita una confianza plena en los espectadores. Si estamos atentos, comprenderemos los sentimientos de los personajes sabiendo a donde mirar. Por ejemplo, mientras los padres discuten a lo lejos, las hermanas juegan en primer plano. O la percepción de la dura realidad que tienen las niñas, vendiendo pulseras en la calle, mientras los turistas sacan fotografías maravillados por el entorno.

Emigrar para reconectar

El personaje de Lucía imprime en su padre la imagen de leyenda. Tras un inicio conmovedor antes de la partida, gran parte del metraje es su idealización hacia la figura paterna. Lucia fantasea con su llegada, dejándose llevar por historias mágicas.

Lo mejor de cualquier plan, son siempre las expectativas. Nunca nada de lo que nos suceda llegará al nivel de lo esperado. Y la niña descubre que su padre no es el dios que imaginó tan fervientemente. En el último tercio de la película, la directora toma un rumbo arriesgado, pero triste y esperanzador a la vez para completar el arco narrativo de Lucia, que desde aquí aplaudo. Demostrando que la niña ha descubierto el significado de convertirse en alguien independiente, libre de depender incluso de su familia. Y es que a veces, la mejor forma de amar a tus seres más cercanos, es marchándose.

Conclusiones de Cuidando al Sol

El debut de Catalina Razzini me ha sorprendido. Sus imágenes muchas veces hablan por sí solas, notándose la formación de la directora y que ha estado rodeada de un gran equipo. Decir que su fotografía es bonita por que salen paisajes, sería hacerle un flaco favor a su manejo de la composición. Y solo alguien conectado con su tierra y que sepa transmitir el sentimiento que supone emigrar hacia la vida adulta, podría haber rodado una película con tanto amor.