Críticas de cine
El año del descubrimiento: una rareza necesaria
Escuchar las voces del pasado nos debería alertar de los peligros que hay a la vuelta de la esquina si no ponemos acción.

Después de ponernos en situación con un texto introductorio sobre los Juegos Olímpicos del 92 y la crisis industrial que sufría España en ese momento, es normal que lo que sucede a continuación en El año del descubrimiento te pille desprevenido.
Con la pantalla dividida en dos (y después de que un tipo nos cuente una pesadilla anticipatoria), asistimos al interior de un bar de copas, de noche y con música de fondo. El ritmo es jovial, hay risas y se dan conversaciones banales que podrías oír un sábado a las dos de la madrugada. Ambas cámaras alternan primeros planos de los clientes y planos detalle de vasos de cubata, unas manos apoyadas en la barra del bar, cigarros siendo encendidos…
Después de observar esta situación durante varios minutos, ninguno de estos jóvenes parecen tener la menor intención de contarnos algo relevante.
Entonces, se corta de golpe la escena.
De repente es de día. Oímos el tintineo de cucharillas en vasos de café. Vemos gente sentada en taburetes. Se escuchan las noticias de fondo, entrelazadas con el barullo cordial que tendría un bar a las diez de la mañana. La pantalla dividida, nos muestra a ambos lados, rostros cansados de sexagenarios. Haciendo su cervecita matutina mientras se despachan bocadillos en la barra. Las miradas están perdidas. No hablan.
Las diferentes visiones generacionales sobre el país, el trabajo, la educación, la sanidad… Todo compartido en un mismo espacio. En el lugar donde se arregla el país. Hemos entrado al bar. Bocadillo de tortilla y cañita, por favor.
Tapeo del bueno
Esto no es ficción, estamos en las entrañas de la clase obrera española. Más concretamente, en la región de Cartagena.
Miramos a la izquierda y dos pescadores nos cuentan su jornada laboral. Mientras, a la derecha, una joven habla pero no la oímos. Montamos la escena con nuestra mirada. Todos volteamos la cabeza en alguna ocasión mientras nos hablan. Poco a poco, el diálogo de los pescadores se va fundiendo con el de la chica y los dejamos de oír. Ahora la joven nos habla de su experiencia diaria al llegar a casa de noche.
La sensación de ser un cliente más, es lo que nos regala El año del descubrimiento.
Su montaje ayuda a creer que conocemos a los clientes y que fácilmente podríamos levantarnos y conversar con ellos.
Siento si ofendo a alguien pero, una de las cosas que mejor sabemos hacer en este país, es quejarnos. Y no es para menos en esta ocasión, ya que el tema principal es la precariedad de la situación laboral en España. Apoyada por el sector de servicios, las condiciones que nos relatan mientras piden otra ronda, es cuanto menos identificable.
Contradicciones sociales
Un tema que me resulta interesante a la hora de escuchar a la clase obrera, es que en ocasiones no sabemos lo que queremos ni cómo lo queremos. “¿Cómo podía mi madre echar de menos el franquismo?” Pregunta extrañada una mujer mientras recuerda los años del hambre. Acto seguido reconoce que antes no había tanta delincuencia como ahora. “Entonces te llevaban rápidamente al calabozo.” La imagen pasa a negro. Silencio. Y se suceden unos segundos para reflexionar.
“Yo respeto el lenguaje y que se debe preservar. Pero no estoy de acuerdo en que si no lo conozco, no me dejen trabajar allí.”
“¿Cómo estarán de mal en su país para que tengan que venir? Aunque no estoy de acuerdo en que los recojan.”
Un grupo de señores hablan sobre los sindicatos mientras recuerdan la lucha para reclamar sus derechos. Más adelante oímos la opinión de ese tema en boca de unos estudiantes. Se genera un brillante diálogo entre ambas generaciones:
–Estamos cansados de que nos traten mal en el trabajo, pero no puedes ir en contra de la mano que te da de comer.
–¿Tu has salido a manifestarte? Así nos va.
Sin esperanza
Es complicado abarcar todos los temas que toca El año del descubrimiento en sus 200 minutos de metraje.
Imagino que el director, Luis Lopez Carrasco, tenía que estar paladeando y relamiéndose durante todo el rodaje. Hay verdaderos momentazos en los que uno se queda embobado. Discusiones entre amigos, opiniones desfasadas… Hasta auténticos monólogos sacados desde la máxima espontaneidad, que fácilmente acabarían en aplausos en un meeting político.
Pero lo que me daba tristeza era la visión de los jóvenes de que todo estaba perdido. Y no por culpar al pasado vas a justificar la situación actual. Todos debemos ser consecuentes con lo que hacemos y tratar de reinventarnos para no ser, únicamente, el patio de recreo de Europa. Más en un momento de cambio tecnológico como el que estamos viviendo, emprender es cada vez una palabra más normalizada. Y únicamente lo podremos conseguir si confiamos en nosotros mismos.
–Tú el 1 de mayo, ¿dónde estás?
–En mi casa.
–Pues no te quejes.

El año del descubrimiento es una rareza necesaria que cualquier ciudadano debería ver para reflexionar sobre su futuro. Escuchar las voces del pasado nos debería alertar de los peligros que hay a la vuelta de la esquina si no ponemos acción. Aunque es posible que ya hayamos doblado la calle.

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