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Críticas de cine

Érase una vez en Euskadi, la juventud que nos cambia

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4/5

La infancia es el momento de experimentar cambios, de absorber todo lo que vemos a nuestro alrededor, y de tratar de ser felices a pesar de todo. Queremos ser como nuestros referentes, y poco importan las razones, luchamos por conseguir nuestros sueños a pesar de todo lo que pueda obstaculizar el camino. Lo mejor del asunto es que todos hemos pasado por este periodo, por lo que es muy fácil empatizar con los protagonistas de Érase una vez en Euskadi.

Érase una vez en Euskadi nos brinda un guion completo que nos brinda varias historias

TRAILER DE ÉRASE UNA VEZ EN EUSKADI | LA CANICA FILMS

En una Euskadi convulsa, la del año 1985, Marcos, José Antonio, Paquito y Toni, van a pasar un verano que no olvidarán nunca. Entre nubes, recorren el pueblo luchando por sus inquietudes, tratando de entender el contexto en el que se mueven, pero algunas cosas son demasiado complicadas. Cada uno tiene su historia familiar, sus aspiraciones, pero los cuatro son amigos, y se apoyan, al menos como lo hacen los niños.

El guion de Érase una vez en Euskadi es muy inteligente, escrito por Manu Gómez, el mismo que se encarga de dirigir la película. La historia de cada protagonista tiene la suficiente carga emocional como para funcionar, y aportan variedad al conjunto: ternura, la sensación de peligro… Puede que alguna historia nos aporte algo menos en lo personal, pero las otras ya se encargan de insuflar interés al conjunto.

Lo que más me ha funcionado en el libreto, es sin duda la combinación de comedia y drama. Aunque la situación sea dura, verla desde el punto de vista de estos niños la hace diferente. Aunque nosotros sabemos exactamente lo que ha pasado. Continuamente, las expresiones y decisiones de los personajes principales nos mantienen con una sonrisa dibujada en la cara, pero cuando algo dramático ocurre… Ha generado en mí el llevarme las manos a la cabeza, cosa que pasa muy poco, y cuando ocurre, es maravilloso. Sin duda, ese contraste entre las dos emociones es una cierto que funciona genial.

Las interpretaciones en una película muy coral

Hay muchos personajes en Érase una vez en Euskadi, y a pesar de que no pasamos tantísimo tiempo con ellos por ello, empatizamos más de lo que podríamos pensar. Y también por ello, hay interpretaciones de todo tipo. Los niños sin duda son los que más nos chirrían al inicio de la cinta, cuesta creérselos. Pero mientras los minutos van pasando y entramos en el mundo propuesto por el film, empatizamos y nos los creemos.

En los adultos casi todos están correctos, ofreciendo un retrato de los problemas que durante aquella época tenían que sufrir las familias. Marián Álvarez y Luis Callejo son probablemente los que levantan la historia a priori más infantil, pero que acaba convirtiéndose en la más tierna y en una de las más memorables y diferentes. Sus actuaciones son creíbles, y en poco tiempo, consiguen que nos caigan bien mientras ofrecen la visión necesaria del contexto histórico. Algo nada fácil.

Una realización pensada para disfrutar

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Érase una vez en Euskadi | Fuente: La Canica Films

Si la idea de Érase una vez en Euskadi desde el principio era mostrar la vida de unos niños en ese contexto, hay otro personaje muy relevante: el propio pueblo. Desde luego, se convierte en uno más, con sus calles laberínticas, grafitis y cielo encapotado. La fotografía de Javier Salmones lo muestra gris, cuando la trama lo requiere, pero a veces sale el sol, y la iluminación cambia. Normalmente ocurre según el estado de animo de los personajes.

Los paisajes son increíbles, y las localizaciones tienen personalidad propia y definen a la perfección lo que era el País Vasco en la época. Reconocer sitios es sin duda una maravilla, y si no, es una gran manera de respirar ese ambiente, sin olvidar que es un medio para contar las historias. Un universo, que, a pesar de albergar drama, nos invita a quedarnos.

La música también nos envuelve, y se convierte en parte de ese paquete que nos abriga, aunque la palma se la llevan los momentos musicales que marcan los momentos de cambio. En el tronco del film escuchamos una canción de Fito y los Fitipaldis, llamada Cerca de las vías, que habla de despedidas mientras los niños disfrutan de su tiempo libre veraniego al tiempo que llueve. Con los acontecimientos que han ocurrido hasta entonces, la escena, simple, tiene una fuerza increíble. También influye que la canción para mí tenía un poder muy grande de antemano.

Historias importantes a un gran ritmo

No sólo el tema de ETA se convierte en protagonista en Érase una vez en Euskadi, lo cual es de agradecer. Esto no quiere decir que no esté presente. Pero también tenemos el ciclismo como sueño, el amor loco de niñez, y las drogas que golpearon en los años 80. Todo ello, con los dramas familiares diferentes que podíamos encontrarnos en las casas de aquella época. Todo ello en una coctelera que se torna sin lugar a dudas irresistible, y, sobre todo, dinámico.

Se cuentan tantas cosas, que el ritmo pilla carrerilla y nos mantienen continuamente interesados y llenos de estímulos. Si no estamos descubriendo detalles importantes de los personajes a través de sentido del humor, estamos viviendo giros en las vidas de los personajes que nos dejan con la boca abierta. Los niños aportan la frescura a unos temas que a priori son muy dramáticos. Y su punto de vista y anhelos, también le dan ritmo a la cinta.

Érase una vez en Euskadi juega a muchas cosas

Realizar una película coral en la que empaticemos con los personajes, no es nada fácil. Que además sea un retrato de una época mientras cuenta historias duras de manera entretenida, es más complicado aún. Érase una vez en Euskadi, de Manu Gómez, no es perfecta, tiene algún momento de interpretaciones algo flojas, y el guion puede empantanarse en algún momento, pero son detalles minúsculos en comparación con todas las cosas positivas que ofrece.

VIDEOCRÍTICA DE ÉRASE UNA VEZ EN EUSKADI | SOYDECINE.COM

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La conclusión, además, deja un debate encima de la mesa, una conclusión sobre la infancia, sobre cómo nos afectan las cosas, lo cual la hace más redonda. La vida son unas cuantas historias que nos van aconteciendo una detrás de otra, que poco a poco, como con un cincel, no van moldeando, lo que somos, y lo que seremos siempre. Como individuos, y como pueblo.

Desde pequeño llevaba las cintas de VHS al salón en vez de usar juguetes. Crecí viendo cine, estudié realización y guion. Comparto el cine, mi estilo de vida, en CasadoConElCine. Una película no acaba en la pantalla, continúa en la conversación que crea.

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