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Críticas de cine

La viajante: Un avance a algo más

El cineasta tinerfeño Miguel Mejías nos invita a emprender un viaje lleno de reflexión y poesía.

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3/5

El mundo está lleno de sentimientos encontrados: detrás de cada mala sensación, podemos encontrar algo de belleza. La vida es compleja, llena de matices, y las cosas generalmente están abiertas a muchas interpretaciones. El cine, en mi humilde opinión, como arte, debería a veces centrarse en todo esto. Siempre hay ocasión para disfrutar de una aventura que lleva a los personajes del punto A al punto B; o incluso de historias complejas aunque sin dejar hueco a la imaginación. Pero para mi, el debut en largometraje de Miguel Mejías va más allá, y a través de una narración muy especial, La viajante, nos cuenta más de lo que podamos percibir en un primer visionado. Y eso siempre es positivo.

La sinopsis de La Viajante se queda corta

TRAILER DE LA VIAJANTE | BEGIN AGAINS FILMS

La cámara muchas veces nos muestra solo la punta del iceberg, y todo lo que podemos interpretar de una fotografía bonita es increíble. En este caso, La viajante nos habla del viaje de Ángela, una mujer que atrapada en su rutina y por duros acontecimientos, decide emprender un viaje en coche que la cambiará. Descubrirá una afición por grabar insectos con la cámara de su madre, con lo que eso conlleva para ella y su personalidad.

Entiendo que únicamente con esto que os he explicado es difícil que os hagáis una idea de lo que hablo, pero es que para comprender del todo lo que nos muestra esta película de 80 minutos, hay que pararse en todos sus apartados, ya que el argumento sencillo que nos presenta, es un pretexto para dejar paso a las metáfora y a evocar sensaciones y reflexiones que nos golpean continuamente.

Una narración pausada y efectiva

El guion está escrito por el propio director con la ayuda de Amanda Lobo, y la narración que emana de esta colaboración es cuanto menos estimulante. Hay muchos momentos en los que la calma antes de la tormenta es más relevante que los rayos y los truenos en sí mismos. Por eso, la elipsis toma un papel protagonista y nos deja confundidos por unos segundos. Para mí esto le da valor al film, ya que logra hacer de un argumento sencillo, algo fresco. Me ha encantado que con este recurso nos hagan conectar con nuestros pensamientos sobre lo acontecido, y sobre cómo reaccionaríamos nosotros a eventos similares si nos tocase experimentarlos en nuestras carnes.

Para que ciertas reflexiones maceren en nuestra cabeza mientras miramos la pantalla, el ritmo de la cinta se presenta pausado. Esto tiene su parte buena, ya que en muchos momentos funciona. Pero es cierto que en este sentido es un film que demanda toda la atención del espectador: requiere tener todos los sentidos afilados y puestos en la obra, que supondrá un desafío si quiere ser disfrutada. Es cierto que hay que entrar en su atmósfera, en su juego, y entonces, ofrecerá resultados. Pero si nos cuesta, entonces probablemente la película llegará a aburrirnos. Puede incluso que en los ratos que deberíamos de estar reflexionando sobre la infinidad de temas que la película coloca encima de la mesa, nos los pasemos reflexionando sobre cosas que no tienen nada que ver. Y si eso pasa, nos estaremos perdiendo una gran oportunidad.

La fotografía mágica de La Viajante

Una de las cosas que más destaca de todo el conjunto es la elección de planos, y tiene un gran sentido: ya que vamos a pasarnos un tiempo prolongado en una escena de plano fijo, más vale que este tenga la cantidad de información suficiente, visual y metafórica, como para mantenernos atentos. La fotografía de Pablo G. Gallego se encarga sin duda de este punto de manera más que solvente.

No sólo los planos que Ángela acaba rodando son interesantes, aunque es uno de los recursos que más carga simbólica tienen. También, desde el inicio, las decisiones que se toman a la hora de centrar o no a los personajes nos da información útil. Aunque una de las cosas más bellas del film me han parecido los colores y la inmortalización de los paisajes. Sin duda, los árboles, el desierto, tanto en planos generales como en detalle son preciosos, y siempre, con un sentido que nos cuenta algo sobre los personajes. Hay un plano hacía el final del film, que nos muestra a los protagonistas a las puertas de una casa, mientras tienen vegetación a sus espaldas y el cielo lleno de niebla, que me ha parecido una auténtica maravilla.

Unos protagonistas contenidos

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La Viajante | Imagen cedida por Begin Agains Films

Las interpretaciones son relevantes en una película de estas características: sí, todo lo demás puede funcionar por sí sólo, y en este caso es en parte así. Pero desde luego si no tenemos alguien a quien nos apetezca seguir por todo ello, el ejercicio se tornará tedioso y saldremos continuamente de la historia que se nos presenta. Sin duda, en esto, Ángela Boix y Miquel Insua hacen un gran trabajo.

Hay pocos diálogos, por lo tanto el trabajo de actriz y actor se convierte en algo más visceral, más de gestos y expresiones. Es cierto, que esta falta de diálogos refuerzan un tema clave en el film: la soledad. Me explico: hablan tan poco, que cuando lo hacen, nos resulta raro, a ratos incómodo. Vemos que no es su estado habitual. Esto hace que comprendamos su manera de socializarse, y comprendamos mejor la situación. Aunque este no es el único tema.

El viaje del realizador

La viajante es una película sobre la que tras verla, se puede hablar, y eso siempre es un punto a favor. Genera debate, genera temas, saca a relucir interpretaciones, y es que depende de lo que cada uno podamos sentir u opinar, nos llegará una sensación u otra. Pero hay uno de los temas que queda bien claro, y es el viaje que hace un realizador de cualquier tipo.

Miguel Mejías venía de hacer algunos cortometrajes: The Foundation, Los paraísos de Narciso, Nocturnos, Ella y la ventana o Icelands. Con ellos llegó a festivales como el Ismailia en Egipto, el Cinespaña Tolouse en Francia o el Experimental Superstars de Serbia. Por lo tanto, Miguel sabe lo que es enfrentarse a una historia, terminarla, y centrarse en otra. Sabe lo que es mirar el mundo a través de una cámara, lo que es ver reflejados miedos y alegrías propias en personajes que él mismo escribe, o sujetos que le interesan y documenta en sus obras.

El amor por el cine se respira en cada segundo de La viajante, y al tratarse del medio con el que se cuenta la historia, la poesía está servida. Pero es que el final del film, con todos esos bichos escapando de su cárceles de cristal menos uno de ello, hace justicia tanto al personaje como a la metáfora planteada. Es satisfactorio a varios niveles. A veces es más fácil ayudar a los demás que a uno mismo, ¿verdad?

La viajante es cine experimental y poético

Hoy en día la oferta de casi todo es grande, y como espectadores, tenemos la responsabilidad de saber distinguir lo que nos apetece a cada momento. Si os apetece dejaros llevar por un medio como es el cine, para poder reflexionar, experimentar, sin las prisas mayoritarias del cine más comercial, os invito a que os dejéis llevar por La viajante. Desde luego que el cine también puede ser entretenimiento puro, pero también tenemos que seguir sabiendo que es algo más.

Que es dolor, alegría, complejidad, poesía, vida y muerte. Que la cámara tiene el poder de liberarnos de muchas cárceles sociales y personales y el objetivo de las cámaras puede mostrar hasta los detalles más pequeños, detalles con con nuestros ojos desnudos seríamos incapaces de descifrar. Desde luego, y sin ninguna duda, y a pesar del esfuerzo que nos pide, los 80 minutos de La viajante merecen la pena ser experimentados.

Desde pequeño llevaba las cintas de VHS al salón en vez de usar juguetes. Crecí viendo cine, estudié realización y guion. Comparto el cine, mi estilo de vida, en CasadoConElCine. Una película no acaba en la pantalla, continúa en la conversación que crea.

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